La ética era
confusa y difícil para la madre de Andrés, y para Andrés, Rosa y otros muchos
compañeros de los centros. Decían “yo no tengo estudios, no sé nada de esas
cosas”. No se veían capaces de participar en los observatorios.
Al no disponer de mucha
formación en la materia comenzamos a trabajar sin guion ni objetivos,
aprendiendo sobre la marcha qué es eso de la ética (la mayoría de nosotros lo
único que sabíamos era lo que nos habían enseñado en el colegio, o sea, una
asignatura para quienes no querían religión) y nos dimos cuenta de que era muy
complicado. Nos parecía ajeno, algo fuera de nuestras posibilidades.
Necesitábamos aprender más pero
nos dimos cuenta de que Aristóteles era un señor
que no sabía nada de nuestras vidas, necesidades o deseos… y al final las
cosas importantes seguian quedandose sin
respuesta.
Pero ¿Qué
es realmente importante para la vida de las personas?, ¿de qué manera
protegemos y garantizamos su derecho a una vida digna?
Supimos
inmediatamente que no queríamos grandes definiciones metafísicas, queriamos una
ética con los pies en el suelo, sabiamos que ser feliz depende entre otras
cosas, de que nadie me haga daño, de que me traten con justicia y se respeten
mis derechos. Y de repente ya sabiamos qué queriamos hace y por dónde empezar.
Habia que
preguntarle a las personas usuarias de nuestros centros y servicios.
Y de no saber
qué ni cómo….estamos hoy en el I Encuentro de Buenas Prácticas de Cordoba. Cómo
ha cambiado la historia ¿no?